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Chales y mantillas de encaje, historia y diseños

por | Jun 14, 2014

Hay quien se remonta a las culturas pre-romanas a la hora de buscar el origen de la mantilla española pues existen vestigios arqueológicos que nos llevan a pensar que las mujeres ibéricas se cubrían la cabeza con tocados y mantos. No hay más que ver a las Damas de Elche y de Baza para comprobarlo.

Dama de Elche, escultura Ibérica

Detalle de la Dama de Baza, escultura ibérica

Durante la Edad Media y primeros momentos de la Edad Moderna, los velos y tocados femeninos eran habituales entre las damas.

Retrato de Isabel I

A finales del siglo XVI, nos encontramos mantos y mantillas de diferentes formas, tamaños y tejidos formando parte de la indumentaria femenina tradicional.

Ya en el siglo XVII se tienen las primeras noticias de mantillas de encaje, complementos del vestir que se pueden ya encontrar en los retratos de mujeres de la época.

Retrato femenino con mantilla de Diego Velázquez

Evidencias que se multiplican en el siglo XVIII, época en la que definitivamente la mantilla es adoptada por las damas de la alta sociedad, quienes se hacen retratar en numerosas ocasiones vistiendo este complemento, tendencia que continúa en el siglo XIX. Sabemos, por ejemplo, que la reina Isabel II fue muy dada a cubrirse la cabeza con mantilla y que con su utilización contribuyó a popularizarla.

Retrato de Isabel II

Como en otras ocasiones en la historia de España el uso de una prenda de vestir tuvo durante el reinado de Amadeo I de Saboya un componente político. Muchas mujeres vistieron la mantilla como forma de reivindicación de la tradición española y como símbolo de rechazo a las costumbres extranjeras.

Pero España no fue el único sitio en que los chales y mantillas de encaje hicieron furor. Ciertamente, en Inglaterra, Francia, Bélgica o Italia, existía una gran tradición y especialización encajera que se aplicó en la fabricación y uso de prendas de vestir y complementos de moda. Si queréis saber acerca de la historia del encaje, os recomiendo la lectura de este artículo.

En cuanto a los motivos y estilos de los chales de encaje, se puede decir que hacia finales del siglo XVIII europeo, el encaje se adaptó en forma y decoración a las exigencias de la moda y las tendencias de cada momento. Mientras que en algunos momentos lo popular fueron los grandes motivos, en otros momentos, éstos fueron reemplazados por chales lisos con bordes decorados con flores, menos recargados de decoración.

Las técnicas de encaje de Bruselas se plegaron muy bien a los cambios. El fondo «droschel»  ofrecía una red de malla de aspecto uniforme, a la que luego se le añadía el borde con motivos trabajados de forma separada y que permitía la realización de piezas de gran tamaño.

Detalle de tira de encaje artesanal de Bruselas

A partir de 1812, la adopción del telar mecánico de tul permitió sustituir el «droschel» por un fondo tejido mecánicamente, más barato, al que se le podían poner aplicaciones como el encaje de Lierre, que no es más que un bordado.

Varios tipos de pañoletas, mantillas, chales y velos cubrían las cabezas y las espaldas de las mujeres de finales del XVIII y principios del XIX. Los motivos ornamentales más utilizados en dichos accesorios eran palmetas, fleurettes o pequeñas figuras geométricas, que recordaban a los primeros diseños provenientes de Cachemira. Esta influencia se ve más claramente a partir de 1820. El tema de la palmeta o de la palma de inspiración india fue utilizado en los bordes tanto en el encaje como en el bordado blanco, el bordado en oro o el bordado en color.

Mientras que las decoraciones del encaje evolucionan a partir de 1830 en forma de ramos de flores, de hojas y de guirnaldas, las palmetas de origen oriental se convierten en un componente clásico del diseño, al mismo nivel que las flores del herbario europeo, rosa, margarita, iris,o anémona.

mantilla de encaje color crudo

Detalle de chal vintage de encaje en color crudo

Al tiempo que los grandes pañuelos cuadrados plegados en triángulo destronan a los chales de Cachemira largos y rectangulares, aparecen los grandes mantones triangulares de encaje. Su suntuosidad no desmerece en nada a los Cachemira y tenían una gran ventaja, su ligereza y transparencia, cualidades que combinaban muy bien con los vestidos de la época. Complementos de verano o de tarde-noche, los chales de encaje lo mismo se llevaban a la ópera o al baile, que a una tarde de paseo. Su liviandad los hace aún válidos para cubrirse la cabeza como mantilla y también para ser usados con vestidos con crinolina.

Ilustración de dama con chal de encaje

Otros tipos de encaje de bolillos muy de moda en el siglo XIX se aplicarán a los chales y mantillas; se trata de la blonda y el chantilly en hilo de seda como la magnífica muestra que veis a continuación y que se expone en el Museo del Traje y del Encaje de Bruselas.

Encaje de Chantilly

Muestra de encaje de Chantilly

La blonda, en seda crema o negra mate y brillante se desarrollaba en grandes flores. Muy practicado en Normandía, Rouen, Caen y Bayeux, estuvo muy de moda en la primera mitad del siglo XIX e hizo furor en España en su aplicación de la tradicional mantilla.

retrato de dama XIX con chal de encaje

 

Allá por 1900, el chal de encaje se había reunido con el chal de cachemira en los cajones de las damas y sólo se sacaba rara vez para ser utilizado -el blanco o marfil- como velo de novia.

También perdura el uso de la mantilla española que se lleva en la cabeza y sobre una peineta y que se utiliza en determinados actos formales y ceremonias, ya sean religiosas o civiles.

Pilar Aguirre, estilista

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By Pilar Aguirre

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